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La gratitud, camino a la Presencia – Primera parte

David Steindl-Rast

Br. David Steindl-Rast brindó esta charla durante la conferencia «Vivir una vida de presencia», organizada por la Fundación Eckhart Tolle en California en 2016. En esta primera parte, Br. David habla del misterio de la Vida y nuestra interacción con ella a través de tres virtudes: fe, esperanza y amor.



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Si nos preguntamos qué podemos llevarnos a casa, podemos empezar por cuestionar los términos principales. Toda la conferencia trató sobre «Vivir una vida de presencia». Podemos preguntarnos, si llegamos a casa y nuestros amigos nos preguntan: «¿Entonces ahora sabes qué es la vida? ¿Qué es la presencia?». Tenemos que ser capaces de dar algún tipo de respuesta. Todos vinimos con alguna idea, que se vio enriquecida. Mis propias ideas sobre la vida y sobre la presencia se enriquecieron enormemente durante estos días. Y cada uno se lleva de vuelta a casa paquetes muy diferentes de nuevas ideas y nuevas experiencias. Así que sólo puedo decirles cómo entiendo yo ahora a la vida, cómo respondería ahora a la pregunta sobre qué es la vida, cómo respondería ahora a la pregunta acerca de qué es la presencia. Cada uno puede compararla con la suya. Cada uno de nosotros tiene una respuesta muy diferente a estas preguntas. Y así, lo que podemos llevarnos a casa surgirá de estas preguntas con bastante facilidad y de forma bastante orgánica.

Empecemos con la pregunta “¿Qué es la vida?” Una cosa que todos los oradores han dejado en claro es que a la vida no podemos comprenderla, no podemos expresarla en términos intelectuales. No podemos comprenderla y, sin embargo, tenemos que enfrentarnos a ella. No podemos comprenderla, pero podemos entenderla. Hay una gran diferencia entre captar intelectualmente y entender. Todos comprendemos la vida, todos podemos comprender la vida abriéndole nuestro corazón y dejando que la vida nos haga algo. Es como nadar: para saber nadar, no sirve de nada oír conferencias o leer libros: hay que meterse al agua. Y así, cuando volvamos a casa, lo que es la vida se mostrará por la forma en que vivamos nuestro día a día. Y esta extraña coincidencia de que no podemos captar lo que es la vida pero podemos entenderla cuando ella se apodera de nosotros, cuando nos atrapa, esto nos muestra que la vida es misterio. Esta palabra «misterio» es muy importante. Apareció, al menos en la superficie, en casi todas las charlas que escuchamos. El misterio no es algo «mistificador»; el misterio es «actualidad». Yo ni siquiera lo llamo «realidad». El misterio es una actualidad con el que tenemos que lidiar en nuestras vidas, y se caracteriza por el hecho de que no podemos captarlo intelectualmente pero sí podemos entenderlo si nos atrapa, si nos hace algo.

Podemos entender realmente el misterio. Algunas personas lo llaman «Dios». Personalmente, soy muy cuidadoso con esta palabra Dios, ya que probablemente hay tantas definiciones de Dios en esta sala como personas hay aquí. Es muy difícil, y cada uno tiene sus propias ideas. Pero si se habla de misterio, en realidad se está hablando de lo que quieren decir quienes utilizan la palabra Dios correctamente. Es aquello con lo que nosotros, como seres humanos, tenemos que interactuar. Estamos hechos así. Con este misterio tenemos que interactuar; nunca podremos comprenderlo, pero podemos entenderlo cuando se apodera de nosotros. Lo mismo ocurre con la música: todos hemos escuchado aquí una música maravillosa. ¿Cómo se puede captar la música intelectualmente? ¿Qué se puede decir intelectualmente sobre la música? Y sin embargo la entendemos cuando ella nos hace algo. Y cuando no nos hace nada, decimos «no entiendo esta música». Pero cuando decimos «no la entiendo», no significa que intelectualmente no pueda ser analizada; significa que nos hace nada. Y lo mismo ocurre con el misterio, ese misterio que llamamos Dios. Y en ese misterio «vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser». Esta es una frase maravillosa de San Pablo, hablando en Grecia, en Atenas, predicando sobre Dios, y les habla a personas que son simples seres humanos; no puede presuponer que sean cristianos, ni siquiera judíos: simplemente seres humanos. Habla como ser humano a seres humanos, y dice: «En Dios vivimos, nos movemos y existimos».

Y en este misterio que llamamos vida, «vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser». Esta es una noción muy diferente de Dios comparada con ese Dios que está allá arriba, por encima de las nubes. Esto es la vida en Dios. Esto es lo que realmente cuenta, y esto es lo que la realidad humana entiende de ese gran misterio, misterio divino. Y como he dicho, los seres humanos tenemos que enfrentarnos a ese misterio. Somos conducidos, paso a paso en nuestras vidas, hacia algo que no podemos comprender, pero con lo que tenemos que lidiar, algo a lo que tenemos que exponernos. Bernardo de Claraval, un gran místico medieval, dice: «Los conceptos que puedes atrapar con tu mente te dan conocimiento; pero aquello que te atrapa a tí te da sabiduría». Y eso es lo que queremos, queremos sabiduría. Y somos conducidos a través de la vida, a través de este proceso que es la vida, hacia la sabiduría. Esa es la dirección de nuestra vida.

Confiar en la vida es difícil, pero es la única forma en que podemos vivir, ya que lo contrario a la confianza es el miedo. Ésas son las dos grandes opciones que tenemos, nuestra única elección básica: ¿confiaré en la vida, o le temeré?

Y somos conducidos a través de tres grandes preguntas, tres preguntas existenciales que nadie puede evitar tarde o temprano en la vida. Muy a menudo los niños hacen estas preguntas. Los niños son grandes filósofos si se lo permitimos; lo son al menos antes de empezar a ir a la escuela (risas). Hacen preguntas como éstas: preguntan por qué. «¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?», todo el tiempo. ¿Por qué hay algo en lugar de nada? No lo sabemos. Tenemos que dejarnos llevar por esta pregunta en silencio. Así que cada ser humano tiene que dejarse llevar por ese silencio del por qué. Por qué… ¿Por qué hay algo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué puedo preguntar por qué? ¡Increíble!

La segunda pregunta es Qué. «¿Qué es esto? – Un vaso de agua». Cuando miras lo suficiente, todo se vuelve completamente misterioso. Miras cualquier cosa, flores, otro rostro humano, tu propia mano, tu propio dedo gordo del pie… ¿qué es? Y de algún modo esto también nos enfrenta al misterio, pero de un modo muy distinto al de la pregunta «¿por qué?». El «¿por qué?» nos lleva al silencio; pero el «¿qué?» nos conduce a una comprensión profunda que, en última instancia, quiere decirnos algo. Todo lo que existe quiere hablarnos. En última instancia es una palabra, una palabra que sale de ese misterio y nos habla. Y si escuchamos con atención, si abrimos el corazón, podemos entenderla. No podemos comprenderla, no podemos expresarla en palabras, pero podemos entenderla. Y cuando miramos cualquier cosa que existe y nos preguntamos «¿qué es?», en última instancia es una palabra que nos habla.

Tenemos el silencio, tenemos la palabra (el por qué y el qué), y la tercera gran pregunta es Cómo. «La vida, ¿cómo?» «¿Cómo puedo vivirla?» Haciéndola. El cómo es siempre una pregunta sobre el hacer. ¿Qué hacemos? Si escuchamos atentamente esta palabra que nos lleva al silencio del que procede. Comprender es el proceso por el que escuchamos tan profundamente la palabra, que nos lleva al silencio del que procede. Esa es una tercera forma en la que interactuamos con ese gran misterio, ese misterio divino hacia el que estamos encaminados en nuestras vidas. Y eso es la vida: esta interacción con el misterio.

Y para entrar realmente en el silencio, necesitamos valor, necesitamos confianza. Eso es lo primero y lo más importante que necesitamos para abrirnos a la vida. Confiar en la vida. Confiar en la vida es difícil, pero es la única forma en que podemos vivir, ya que lo contrario a la confianza es el miedo. Ésas son las dos grandes opciones que tenemos, nuestra única elección básica: ¿confiaré en la vida, o le temeré? Pero no confundamos el miedo con la ansiedad. La vida está llena de ansiedad. La ansiedad es inevitable en la vida. El miedo es resistencia contra esta ansiedad, mientras que la confianza la atraviesa.

«Ansiedad», la propia palabra ansiedad procede del latín angustia, que significa «estrechez». La vida siempre nos lleva a lugares estrechos por los que tenemos que pasar. Incluso todos vinimos a este mundo, a esta vida, a través de un punto muy estrecho, pero lo hicimos de forma muy valiente. Los bebés pequeños aún no piensan en ello: se hace mucho más difícil cuando crecemos. Siempre que llegamos a un punto estrecho, tenemos que confiar y atravesarlo con la misma confianza con la que nace un bebé; esa situación difícil resulta ser un nuevo nacimiento. Cuando miramos atrás en nuestras vidas, vemos cuántos momentos de ansiedad, cuántos puntos difíciles y estrechos hemos atravesado, y cada uno de ellos se convirtió (si lo atravesamos con confianza) en un nuevo nacimiento. Eso es realmente alentador. No podemos verlo cuando miramos hacia adelante; cuando miramos hacia adelante sólo vemos la estrechez, la angustia. Pero cuando miramos hacia atrás en el espejo retrovisor de nuestras vidas, podemos decir «oh, hemos pasado por este lugar estrecho muchas veces, y siempre fue un nuevo nacimiento». Siempre un nuevo nacimiento. Esto puede darnos valor para seguir adelante, esto es lo que necesitamos. Necesitamos confianza.

Si confiamos en la vida, ahora estamos preparados. Ahora, cuando venga lo siguiente, diremos «¿qué me dice esta palabra?» Escucharemos. ¿Qué me dice? Todos queremos que nos sorprendan. Esa es otra gran virtud que necesitamos en la vida: fe (confianza) y esperanza. La esperanza es apertura a la sorpresa. Debemos abrir los ojos por la mañana diciéndole al nuevo día «¡sorpréndeme!», y el día nos sorprenderá. No siempre serán las sorpresas que deseamos, pero siempre serán las sorpresas que necesitamos para crecer y estar plenamente vivos.

Entonces tenemos confianza (fe), y esperanza; y si tenemos a ambas, ese hacer, esa respuesta al «¿cómo?», ese vivir con confianza y esperanza será amor. Y el amor puede entenderse fácilmente como un «sí a la pertenencia», un sí de todo corazón a la pertenencia mutua, un sí existencial a la pertenencia sin límites. Esto es el amor: un sí a la pertenencia sin límites, a la pertenencia mutua. Por tanto, si tenemos esta confianza, esta esperanza y este amor, entonces sabemos, entendemos lo que es la vida, la entendemos entrando en ella, encontrándonos con el misterio. Ésa es una manera de poner en palabras lo que es la vida: es un encuentro con el misterio, un encuentro continuo con el misterio.


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